LO QUE NUNCA PENSÉ (ni tampoco supe)

Nunca pensé que me emocionaría mucho al verte subir a un escenario con tus compañeros de clase.

Nunca supe que la oscuridad te daría miedo y que serías capaz de dormir agarrado a una linterna.

Nunca pensé que te parecerías tanto a él y a mí, en lo físico, en lo emocional, en lo cabezota y en todas esas cosas que aparte de heredar imitas cual mono chimpancé.

Nunca supe que tendría miles de caravanas en el salón de mi casa, no al menos mientras cambiaba pañales y te daba biberones.

Nunca pensé que tendría que negociar con tu padre el dejarte correr por casa con mis tacones.

Nunca pensé que a las 6 de la mañana ver como se enciende la luz del baño, entras y sales con total autonomía me produciría una sonrisa emotiva.

Nunca supe que muchas mañanas nos despertarías con canticos tradicionales, letras adaptadas y una sonrisa perfecta. O quizás lo tuve que intuir cuando ya empezabas a cantar por el vigila-bebes??

Sigue leyendo

El Terror del vecindario

Llevo todo el fin de semana mirando desde el balcón de mi casa antes de salir a la calle y les prometo que no es paranoia sino precaución por mantener mi reputación intacta. Hay señores que el viernes por la tarde en mi casa se lio parda y tuvimos como testigo a un vecino que todavía debe de estar pensando que debemos de desayunar algo muy ilegal o que nos hemos escapado de un loquero.

Sigue leyendo

HERIDAS DE GUERRA

Sí cuando yo escribí que la maternidad te hacia sensible al roce de una pluma, yo sabía de lo que hablaba.  El domingo por fin pude ser la madre del guerrero herido, del kamikaze de  turno, del  niño bala del barrio. Pues eso como dijo el aitona: Mucho hemos tardau en pisar urgencias con el chaval en esta tesitura, vamos que lo encuentro hasta normal, eso sí el disgusto no te lo quita nadie.

Yo tengo mi marca de Madrid-txikito en mi rodilla y mi hijo la tendrá en la barbilla, lo mio fue por culpa de un tobogán, un perro ladrador y un miedo incontenido. El de mi hijo ha sido, su cabezonería, una bici de pichi goma y compañías no aptas.

La cosa transcurría entre vermut dominguero y resaca post-cumpleañera, un sol reluciente, una plaza abarrotada y un niño que lo único que quiere es hacer más kilómetro que Induráin. Yo visionaba al gorila que iba controlando las ubicaciones moniles, muchas veces nos preguntó sobre una mini excursión a una zona pre-montaña y le dijimos que NO. El aitona nos dejó caer que su compañía bicicletera no era la habitual y que eran aún más fitipaldi que él.

Se acercó la hora de comer y percaté que el gorila tampoco lo tenía visualizado, preguntamos por él, vi a su compañero de ruta y nos dio un no muy extraño por respuesta y según nos encaminamos hacia la ruta prohibida apareció su prima corriendo «Dicen que monillo se ha caído». Ay señores, entonces apareció mi parte excesiva y sobre saturada:

Pero bueno y porque no nos lo dice a nosotros si se lo acabamos de preguntar, si es que ya sabía yo que era la mejor compañía, ese niño es tonto o qué?? todo esto con el gorila a paso tranquilo y yo acelerá y entonces…. Aparece mi romano, con barbilla ensangrentada a llanto limpio, nudillos rasgados, con manillar torcido pero pedaleando venía, vamos no deja el allí su bici ni por asomo….Cual Pantoja hacia paquirrín me lancé a por el a grito de  «coño gorila que está sangrando pero mucho , leches pilla la bici». Todo este párrafo imagínenselo en vasco, mezclado con castellano, muchos tacos y muchísimos aspavientos con mis manos. Al llegar a  casa y empezar a limpiar la herida el gorila me dijo, gírate que te vas a desmayar y taté, piernas flaqueando…. El aitona nos acompañó en coche mientras mi madre espumadera en mano decía “Bueno la comida, si acaso la mantengo caliente no, pobretico….si es que mira que se lo decimos cientos y cientos de veces” y entonces remata el aitona “ el chaval tiene la gran virtud de no escuchar, como la madre, que le vamos hacer”.

Huelga decir que en cuanto dejo de llorar lo primero que pregunto fue donde estaba su bici, aquella que había traído cual héroe valiente saliendo de la guerra en su caballo. Que le dijo al médico que su madre se mareaba con la sangre. Que mientras le cosían el aitona intento consolarme con “yo más de una vez he pensado que vendríamos con la cabeza abierta”. Que salió con una cara de niño apaleado (es más teatrero que yo) y que como le pincharon 3 anestesias de esas… se nos cayó dormido encima del plato de la comida.

Por supuesto después de este fin de fiestas nos quedaban 600 kilómetros de carretera con el lisiado, donde hubo de todo, desde arrepentimiento y discurso de nunca más iré allí, a habréis traído la bicicleta para la capital y a no puedo comer me duele etc… Yo para variar , con el mal cuerpo que tenía de mala madre, no hice otra cosa que fustigarme por mi falta de visión, por imaginármelo allí tirado mientras sus dos acompañantes empanados lo miraban sin hacer nada o avisarnos y porque justo ese día iba sin casco.  Sé que me quedan mil y una de estas pero no me hago al cuerpo señores, eso sí ya puede decir orgulloso que ya lleva Madridtxikito hasta en la piel tatuado.

Os dejo toca hacer curas y  cuidar del herido, que está aprovechando la situación hasta el punto de convencer a su abuela paterna que lo único digerible en su estado son los batidos de chocolate y los gusanitos triturados.